Durante el verano de 1943, Milán debió soportar una de las peores catástrofes de su historia: los incesantes bombardeos por parte de los Aliados en el contexto de la II Guerra Mundial. Un recorrido fotográfico de la época en una ciudad destruída presentada en la muestra “Ma noi riconstruiremo” (pero nosotros reconstruiremos) del Archivo Publifoto Intesa Sanpaolo, en la Gallería d’Italia.

A fines de agosto de 1943 Milán era irreconocible: los bombardeos criminales contra la sociedad civil que sufrió la ciudad, la había dejado de rodillas, con más de 300 mil personas sin hogar y otras 300 mil desplazadas. Sin embargo, un par de años después, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los trabajos de reconstrucción volvieron a hacer renacer a la ciudad.

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Muestra “Ma noi ricostruiremo”, Milano bombardeada en el 1943, en los Archivos Publifoto Intesa Sanpaolo.

 

El Archivo Publifoto contiene un patrimonio de memoria colectiva, que Intesa Sanpaolo compró en 2015 y pone a disposición del público en una muestra muy interesante dentro de la Galería d’Italia. Compuesta de más de siete millones de documentos, la colección fotográfica atraviesa la historia de Italia desde los años 30 a los años 90, y permite transitar las diferentes transformaciones culturales y sociales de cada época. De esta manera nace el proyecto Viaggio nell’Archivio Publifoto Intesa Sanpaolo, cuya primera muestra es justamente “Ma noi riconstruiremo”.

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El curador, Mario Calabrasi, ha seleccionado las imágenes de 11 lugares icónicos de Milán, devastados luego de los ataques aéreos por parte de los aliados en 1943. Junto a muchos de esas fotografías, la muestra conecta el mismo lugar durante el lockdown provocado por la crisis del Covid-19 a inicio de 2020, cuando Milán y toda Lombardía fue el primer epicentro de contagio después de China. Así, la muestra entrelaza los dos eventos más traumáticos que vivió Milán en los últimos siglos, diversos en orígenes y efectos, pero que hicieron a la memoria histórica de sus ciudadanos.

Contexto

Los meses de agosto de 1943 empezaban con una gran esperanza: con la caída del fascismo la liberación y la paz parecían más cercanas. En vez de eso, se dispararon los dos años más duros de la II Guerra Mundial, tanto para Italia como para Milán. Los bombardeos aliados en aquel Ferragosto (en el cual fueron usados absolutamente todos los aviones ingleses disponibles, redujeron a Milán a las ruinas. Los que pudieron escaparon hacia el campo, la ciudad quedó sin luz, sin agua y sin transporte público. Se calcula que 4 mil toneladas de bombas cayeron sobre 15 mil edificios, entre ellos el Teatro alla Scala, el Duomo, la Basílica de San Ambrogio y Santa María delle Grazie.

Las escuelas habían cerrado -como en el lockdown- y muchas familias se refugiaron en Lomellina, en el Lodigiano, en Brianza o en los lagos. Como los bombardeos ocurrían sobretodo de noche, muchos trabajaban en la ciudad, pero por las noches, la abandonaban.

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Muchas de las obras de arte presentes hoy en Milán, fueron salvadas de las bombas y el fuego gracias a personas como Fernanda Wittgens, la directora de la Pinacoteca de Brera, quien guardó las obras en refugios antiaéreos ubicados en el centro de Italia, en los lagos lombardos o incluso en el Vaticano.

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Corso Vittorio Emanuele II, Milán.

Los últimos ataques

A finales de ese verano de 1943, la calma reinó y todos pensaron que lo bombardeos habían terminado. Pero en octubre del año sucesivo, una ofensiva norteamericana causó una de las tragedias más grandes de la época. El objetivo de los aviones eran tres fábricas: Breda, Alfa Romeo e Isotta Franchini. Pero por un error humano, que ninguno ha pagado jamás, las bombas fueron lanzadas sobre los barrios de Gorla y Precotto, golpeando una de ellas a la escuela primaria Francesco Crispi, la cual se enfiló por las escaleras que llevaban al refugio por la que estaban escapando, unos 200 niños.

La reconstrucción

La ciudad de Milán fue un ejemplo para toda Italia al celebrar el retorno de la democracia y el fin del nazifascimo con la reconstrucción de casas, calles, hospitales, fábricas y palacios históricos, apostando también a la evolución de pequeñas y grandes empresas. El ejemplo más emblemático fue sin dudas el Teatro alla Scala, destruído casi en su totalidad de las bombas incendiarias, y uno de los primeros edificios en ser reconstruidos. El encargado de esa labor fue Antonio Greppi, el primer alcalde de Milán de la posguerra.

Las palabras de Greppi son el manifiesto más lindo y conmovedor de ese momento: “Mucho se ha destruído, pero nosotros todo lo reconstruiremos con paciencia y con la voluntad más segura. Empieza de nuevo la historia de los hombres que creen solamente en las propias virtudes y en las propias obras, y que consideran a la libertad como la continuación no prescindible de la realización consciente de los propios deberes”.

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Universitá degli Studi destruída tras los bombardeos de agosto de 1943, Milán.

Para tener una idea de la cantidad de escombros que quedaron en Milán al finalizar la guerra, basta con ir al Monte Stella, en la zona de San Siro. Allí se formó una gran montaña artificial con todos los pedazos de ciudad destruidos. Esa montaña es un verdadero símbolo de la reconstrucción de Milán, una ciudad que nunca se rinde.