Mecenas de Leonardo Da Vinci, ícono de la Milano renacentista y uno de los duques que llevaron a la ciudad al esplendor económico, Ludovico el Moro es uno de los personajes más representativos de Milán.

T ras la muerte de Francesco Sforza, el duque de Milán, en 1466, su esposa, Bianca María Visconti, ordena a su heredero de regresar a la ciudad. La ciudad necesitaba contar con el nuevo duque para así evitar cualquier tipo de iniciativa hostil contra del ducado, un reino rico y estratégicamente bien ubicado que siempre había estado en la mira del duque de Savoia a los Orleans, del emperador y rey de los romanos hasta los aragoneses, ni hablar de los peligrosos vecinos como la Serenissima República de Venezia, el archi enemigo histórico de Milán.

El 20 de marzo de 1466, el hijo heredero Galeazzo María Sforza, llegando desde París, entraba triunfante al ducado de Milán por la Puerta Ticinese. Galeazzo María había pasado un tiempo en Francia, nada menos que siendo parte de la corte del Rey Luis XIV. Y es que el joven heredero había sido prometido en matrimonio con Bona de Savoia, hija de Ludovico de Savoia y de Anna de Lusignano, hija del rey de Chipre.

Bona había nacido en 1449, era más joven que el joven Galeazzo, y era también la hermana menor de Carlotta, la mujer del Rey de Francia. El Rey Luis, debía dar el visto bueno para la realización del matrimonio, y todo hacía indicar que así sería: por un lado para contentar a su mujer, por otro, para seguir controlando de la mano de los Sforza al estado vasallo de Savoia. De esta manera, Milán sellaba una alianza muy próspera con el poderoso reino francés y todos los estados dependientes.

Francesco Sforza y Bianca María habían tenido 8 hijos: Galeazzo María, el heredero al ducado; Hipólita María quien se había casado con Alfonso de Aragón heredero del Reino de Nápoles; Filippo María, conde de Córsica; Sforza María, conde de Bari, Ludovico María, Elizabetta María y el pequeño Ottaviano, quien sería el conde de Lugano. Se dice además, que serían una treintena los hijos ilegítimos que habría tenido Francesco, todos y cada uno de ellos reconocido y protegido por el duque. El preferido de los hijos ilegítimos fue Ascanio María, fruto de la amante preferida del duque Giovanna d´Acquapendente, quien se convertiría en cardenal.

Retratos de Francesco Sforza y Bianca María Visconti, Castillo Sforzesco, Milán

Retratos de Francesco Sforza y Bianca María Visconti, Castillo Sforzesco, Milán

El Joven duque

A diferencia de su padre, un duque inteligente y amado por todos, Galeazzo María vivió siempre traumatizado por el recuerdo de su padre, al que todo el tiempo intentaba equipararse.

Si bien en esta época el ducado de Milán fue testigo de algunos cambios interesantes como por ejemplo, ser la primera ciudad dentro de Europa en tener calles “pavimentadas” con piedras o la mejora de las irrigaciones de los campos del noroeste de la ciudad a través del Naviglio de la Martesana, las constantes pérdidas bélicas y malas decisiones, marcarían el destino de su vida, y de la ciudad.

Incauto, inseguro, arrogante y cruel, siempre al borde de una guerra con Venecia tras tanto años de paz conseguidos por su padre Francesco, Galeazzo era un duque odiado por el pueblo. Impuestos cada vez más altos, una pésima reputación y una grave inclinación hacia los juegos sexuales depravados, hicieron que la figura del duque fuera una de las peores de su dinastía.

Algunos incluso llegaron a afirmar que fue el propio duque en envenenar a su madre, Bianca María, debido a su constante intromisión en las decisiones de este joven incauto que estaba llevando al Ducado a una callejón sin salida.

El 26 de diciembre, se festeja en Milán el día de San Stefano, y la tradición ducal imponía la participación del duque en la misa celebrada en la Iglesia del mismo nombre. Durante el ingreso del duque al templo sagrado, tres personajes se le acercaron y a golpes de puñal, lo hirieron de muerte.

La conjura que se encargó de asesinar al duque, se dijo entre la población, había sido orquestada por un grupo de nobles que intentaban instaurar la República Ambrosiana, de la cual la gente de la ciudad tenía un terrible recuerdo de desórdenes, guerras y hambre.

Galeazzo María, después de gobernar por 10 años el Ducado de Milán, moría unos días antes de su cumpleaños número 30. Pese a todo, Galeazzo, como su padre, gracias al peso de su poderoso Ducado y a la agresividad de su ejército, logró mantener el equilibrio de fuerzas entre las potencias italianas.

Iglesia de San Stefano, Milán

Iglesia de San Stefano, Milán

El heredero de Galeazzo

El pequeño hijo de Bona de Savoia y el duque a penas asesinado, contaba con tan solo 6 años. Las leyes establecían en estos casos, que la regencia del reino cayera sobre la Reina madre hasta que el joven Gian Galeazzo Sforza alcanzara la mayoría de edad.

Y si bien Bona era una mujer muy inteligente, no estaba a la altura de su suegra Bianca María. Además, era considerada en el ducado una extranjera, por lo que el pueblo no estaba tan cerca de su figura. Bona se convirtió en regente, y el consejero oficial, Cicco Simonetta, su mano derecha. Este personaje, en poco tiempo se fue convirtiendo en un gobernador en las sombras, algo que no fue bien visto por el resto de los hermanos Sforza.

En 1479 de improvisto murió Sforza María: el duca de Bari era el segundo en la línea de sucesión después de Gian Galeazzo. Algunos registros históricos hablan de una fuerte pulmonía; otros, de un envenenamiento de Simonetta. Con este acontecimiento, Ludovico María se convertía en el segundo en sucesión al trono y en el nuevo duque de Bari. Con el apoyo del Rey de Nápoles y del Papa, Ludovico se convirtió también en el principal enemigo de Bona de Savoia.

Ludovico María era llamado por todos, desde su nacimiento, con el sobrenombre de el Moro. Su aspecto moreno, distaba bastante del resto de sus hermanos, por lo que pronto todo el continente lo conoció con ese apodo. Una práctica que se profundizó por la afición del duque de vestir siempre de negro.

Ludovico el Moro se las ingenió para persuadir al entonces amante de Bona de Savoia, y minó la relación de ésta con su consejero, hasta el punto de convencerla de que la entrada al castillo de él, traería tranquilidad al ducado. El Moro había dejado Milán distanciado por las cuestiones políticas, y ahora se disponía a volver para quedarse con todo.

Simonetta, que había sido el principal consejero de Francesco Sforza y Bianca María, que había visto nacer a cada uno de sus hijos y había participado tanto en la función del estado sforzesco como en los 30 años de gobierno de esta familia, fue acusado de traición y ajusticiado de la peor manera. El Moro, había cambiando el orden de las cosas, y sus intenciones de quedarse al mando de un estado al que consideraba suyo, se estaban concretando.

Retrato de Ludovico el Moro, Castillo Sforzesco

Retrato de Ludovico el Moro, Castillo Sforzesco

La era dorada del Ducado de Milán

Una vez llegado al castillo, Ludovico empezó a tomar decisiones de suma importancia para la vida del ducado. Un joven inteligente, preparado, con una personalidad ideal para gobernar la ciudad, hacían de este personaje la persona más idónea para el cargo. Así, en la primera reunión del Concilio Ducal, el pequeño Gian Galeazzo firmó la regencia de el Moro.

La historia del Castello Sforzesco: la roca de Milán

Ludovico, al frente del ducado más grande, rico y fuerte de la península itálica, estaba dispuesto a meter en discusión el delicado sistema de alianzas que mantenían en equilibrio a Italia: la Liga entre Milán, Florencia y Venecia de una parte, y del Papa y el Reino de Nápoles, por el otro, con el apoyo del Rey de Francia. El Moro quería acercarse al Papa y a los aragoneses y meterse en el medio de la escena nacional.

Para ello, ese mismo verano, Ludovico cerró dos acuerdos matrimoniales: el de su pequeño sobrino Gian Galeazzo con la pequeña Isabella de Aragón (hija de su propia hermana Hipólita), y su propio casamiento, con Beatrice d´Este, hija del duque de Ferraria, y que en esa época contaban con tal sólo 5 años.

Los estados Pontificios y Florencia se encontraban enfrentados hacía tiempo. El Papa Sexto VI consideraba que Lorenzo De Medici, el Magnífico, era demasiado fuerte, y esperaba que fuera a Roma a arrodillarse y pedir perdón. Nápoli se alía con Milán y Florencia, pero el Papa se alía con Venecia. Al parecer, la idea del moro era coronar a Fernando de Nápoles como Rey de Italia, para tenerlo bajo su control.

En esas fechas, para sumar un poco de fastidio, los turcos invadieron Otranto, y la amenaza contra Venecia, se hacía más que concreta. Ludovico uso eso a su favor. Venecia, con el consenso del Papa, decidió iniciar una guerra contra Ércole I d´Este, el duque de Ferrara. Esta guerra, provocó el re posicionamiento de las alianzas. En defensa de Ferrara interviene la Liga universal de Milán, Florencia y Nápoles, con el apoyo también de otros estados menores.

Con Venecia y el Papa, se sumó Génova, Rimini y Siena, archienemiga de Florencia. Y a la cabeza del ejército veneciano, el ex capitán del Ludovico el Moro, quien resentido por los malos tratos y los pésimos pagos, se había cambiado de bando: Roberto Sanseverino, quien estaba obsesionado con vengarse del duque de Milán.

Castillo Sforzesco

Castillo Sforzesco

La llegada del genio

En 1482, Venecia inicia la guerra con Ferrara, y el Moro, estipulando fuerzas y sabiendo que la contienda duraría mucho tiempo, recordó una carta, que semanas antes le había llegado. Se trataba de un mensaje de un tal Leonardo Da Vinci, un protegido de Lorenzo el Magnífico, que buscaba nuevos rumbos y nuevos mecenas.

Tengo proyectos de puentes con andamios muy ligeros y fuertes, adaptados para ser fácilmente transportables con los cuales asaltar al enemigo y del enemigo escapar; Estoy en grado de procurar el agua de fosos en caso de asedios y de tomar la delantera con puentes, escaleras y otros instrumentos adaptados. Si siempre, durante un asedio, no se pudieran usar las máquinas tirabombas, conozco el modo de abrir pasajes en rocas y otras fuentes”, decía un pedazo de la carta que el toscano había enviado a Milán.

En tiempos de paz creo de poder satisfacer muy bien, en comparación con cualquier otro, en arquitectura, proyecciones de edificios públicos y privados y en el hacer arribar agua de un lugar a otro. Además, puede esculpir en mármol, bronce y terracota tan fiel a los orígenes de cuánto podrían hacerlo otros”, finalizaba Leonardo.

La guerra, empezaba a ceder, y el 12 de diciembre de 1482, el Papa y el Rey de Nápoles firman la paz, la cual más tarde, arrastraría también a Venecia. Ese mismo año, Leonardo llegaría a Milán, ciudad que lo albergaría por unos 18 años.

Con la llegada de la paz, Ludovico podía ocuparse ahora de un hecho más que importante: el matrimonio entre el futuro duque de Milán, el joven Gian Galeazzo, y su prometida, Isabella de Aragón. Y quién mejor que el joven genio de las artes para ocuparse de la escenografía – en colaboración con el Bramante-, la dirección de los eventos relacionados a la llegada, el matrimonio y los festejos.

El joven duque ya desde pequeño mostró una personalidad enfermiza y frágil, algo que se evidenció un verdadero problema para la joven Isabella, que no lograba quedar embarazada. Pese a los esfuerzos de Ludovico de rodearlo de jovencitas en ropas menores, fiestas y distracciones, todos en la corte hablaban de la homosexualidad del joven duque, que mientras no impidiera la llegada de un heredero, podía ser pasada por alto. Tampoco la homosexualidad de Leonardo Da Vinci era una problema. La tolerancia en estos asuntos era muy grande dentro del Ducado, sobre todo a los artistas, señores y cortesanos. En 1890, el aprendiz de Leonardo, Gian Giacomo Caprotti alias Salai, fue a vivir con su maestro y nadie se escandalizó.

El 30 de enero de 1491 nació Francesco I, hijo de Isabella y Gian Galeazzo, el heredero del Ducado de Milán. Sin embargo todos en la corte comentaban que se trataría, en verdad, de un hijo del Moro.

De esa época, Leonardo Da Vinci pinta el famoso cuadro conocido como La Dama del armiño, un cuadro que retrataría a una tal Cecilia Gallerani, la amante preferida de Ludovico. Cecilia fue uno de los personajes femeninos más cultos e importantes de esa época: escribía poesía en latín, componía música y era rica en iniciativas culturales, organizando reuniones con artistas, intelectuales y filósofos. Leonardo Da Vinci tejió con ella una gran y respetuosa amistad.

La Dama del armiño, Leonardo Da Vinci, Museo Czartoryski, Cracovia, Polonia

La Dama del armiño, Leonardo Da Vinci, Museo Czartoryski, Cracovia, Polonia

Con la llegada de la paz, Leonardo también pudo dedicarse a otros proyectos artísticos. En 1492, el genio iniciaría las obras del Cenacolo, la Última Cena, un fresco realizado a pedido del Moro en el refectorio de la Iglesia Santa María delle Grazie. Los trabajos fueron terminando 5 años después.

Ludovico consideraba a las artes y a la cultura como una poderosa arma política y es considerado hoy en día uno de los personajes más importantes del Renacimiento milanés. Pero el Moro no solo pensaba en pintura: se encargó de convertir a la ciudad en un verdadero centro de producción musical.

Otro personaje de esa época que vivió en la ciudad fue el Bramante, quien influenció profundamente la arquitectura milanesa, la decoración y hasta el estilo de vestimentas de la ciudad. Milán era considerada una ciudad de lujo y elegancia. “Se viste a la moda de Milán”, se decía en las cortes europeas cuando se hablaba del máximo de elegancia.

El casamiento del Moro

Las alianzas matrimoniales de los Sforza incluían a Mantova, a Nápoli y hasta los Savoia. Sólo faltaba Ferrara, un ducado pequeño pero crucial por estar a mitad de camino del Mar Adriático. Isabella d´Este, la primogénita de Ferrara, había sido prometida en matrimonio al marqués de Mantova, por lo que el Duque ofreció a Ludovico a su hija Beatriz, un año mejor que Isabella, y considerada una de las princesas más hermosas de toda Europa.

En diciembre de 1490 se celebró el matrimonio en la capilla ducal de Pavia. Beatriz, vistió un suntuoso vestido blanco cocido con cientos de perlas y al cuello, un extraordinario collar con perlas y rubíes así como un diadema de esmeraldas. Al día siguiente, se comunicó la consumación del matrimonio.

El 24 de enero comenzaron los festejos en el Castello de Milán, una fiesta que pasó a la historia como una de las más grandes y más elegantes de toda Europa, la cual duró 3 días.

La historia del Castello Sforzesco: la roca de Milán

Si bien nacido como un casamiento por conveniencia, la relación de Ludovico y Beatriz enseguida se convirtió en un verdadero amor, y la dama de Ferrara se convertiría en una de las consejeras más leales del Duque de Milán. Ello no impidió que el Moro, siguiendo la sangre Sforza, no terminara sus constantes relaciones extramatrimoniales. Si bien Cecilia Gallerani se fue de la corte tras las insistencias de Beatriz, otra mujer pasó a ser la amante preferida del duque: Lucrecia Crivelli. También a ella Ludovico le regaló un retrato realizado por Leonardo: La Belle Ferronnière.

La Belle Ferronnière, Leonardo Da Vinci, Museo del Louvre, París

La Belle Ferronnière, Leonardo Da Vinci, Museo del Louvre, París

Beatriz le dio al Moro 2 hijos, Francesco y Maximiliano Sforza.

Por fin Duque

El 4 de febrero de 1495 muere Gian Galeazzo. Sus prolongados problemas intestinales, no tardaron en convertirse en voces que hablaban de que había justamente su tío Ludovico, el que lo había envenenado.

Pero en el mundo todo había cambiado. La Conquista de América había sucedido 2 años antes, y con aquel descubrimiento se estaba tomando una nueva dirección: la Ruta de la Seda se dejaría de lado por la Ruta Atlántica, y el comercio de telas y piedras preciosas se sustituirá por el oro y la plata de los nuevos territorios, así como nuevos frutos, alimentos y especies. Para el comercio tradicional, no había más lugar. Venecia y Génova, se convertían así en potencias periféricas y España, Portugal e Inglaterra se verían favorecidas por su posición y por el comercio de esclavos hacia el Nuevo Mundo.

Ese mismo año murió Lorenzo de Medici, uno de los principales sostenedores de la alianza con Milán. El Magnífico moriría sin saber la noticia del nuevo mundo. Otra vez el equilibrio geopolítico, cambiaba de eje. Pocas semanas después, en Roma, moría el Papa Inocencio VIII y lo sucedería el más ambicioso, corrupto y desprejuiciado Rodrigo Borgia, quien eligió el nombre de Alejandro VI.

La Última Cena de Leonardo Da Vinci: claves para verla sin guía

Las cosas se complicaban aún más gracias a las constantes interferencias del nuevo Rey de Francia, Carlos VIII, que en 1483 había sucedido a Luis XI. Isabel de Aragón, la esposa del fallecido Gian Galeazzo, a la que se le negó el ducado de Milán, conspiró con su padre Fernando, el rey de Nápoles, contra Ludovico.

En 1493 la situación de las alianzas italianas era la siguiente: de una parte Nápoles y Florencia, totalmente anti Roma, y por la otra, una nueva liga entre Milán, Roma y Venecia. Milán era el estado más rico de la península y uno de los más poderosos de Europa, sin embargo Ludovico seguía siendo considerado un usurpador del trono.

El Moro buscará en Maximiliano I de Austria, el aliado necesario para su reconocimiento como el único duque de Milán. Los Habsburgo, tras las guerras con Francia, necesitaban dinero, y eso era algo que Ludovico podía resolver. Para sellar la alianza, se acordó casar a la hermana del duque Gian Galeazzo, Bianca María, con su magestad austríaca.

El nuevo rey de Francia, Carlos VIII, sucesor de Luis XI, quería entre sus objetivos militares, descender en Italia para llegar hasta Nápoles, tierras que consideraba propias. Y en esa expansión, todos los estados italianos corrían peligro. Carlos en realidad, soñaba con reconstruir el Imperio Romano de Occidente, reconquistar Constantinopla y auto coronarse emperador, y para eso necesita los puertos italianos del sur y de las flotas de Nápoles.

Con tan sólo 19 años, Ludovico era un gran líder político, y su alianza con Venecia había sido fundada sobre el crecimiento miedo de una cada vez más probable invasión por parte de los franceses. Si Venecia salía en su ayuda, él la ayudaría a su vez contra los turcos.

Pero la situación, con la presión francesa, cambió. El corrupto Papa Borgia se alió con Nápoles, y Ludovico quedó afuera de la nueva Liga italiana. El Moro acepta una alianza con Carlos VIII ante la ambigüedad de Florencia, que no fijaba posición.

Tras los funerales del “Duquetto” Gian Galeazzo, Ludovico convocó un Concilio ducal en el castillo, y por unanimidad, fue elegido como la persona más fidedigna para encarnar la sucesión, de la que en la práctica ejercía el poder, pero siempre como “regente”. Ludovico el Moro fue declarado oficialmente duque de Milán. Bajó a pie por las empedradas calles de la ciudad como lo establecía la tradición hasta la Iglesia de San Ambroggio, donde recibió la bendición del prior y se entregó la espada y el cetro, símbolos del poder ducal.

Ludovico declara en una nómina notarial, que su poder derivada del pueblo pero también era una investidura imperial, ya que así lo demostraba un documento firmado por Maximiliano de Austria. Para nadie dentro de la península itálica fue una sorpresa.

El Rey de Francia, empezó su descenso por Italia: arrasó en Florencia, aprovechándose de la muerte de Lorenzo de Medici y de la debilidad de su sucesor Piero. Sin que nadie se lo esperara, llegó hasta Nápoles y la sometió El 22 de febrero de 1495 Nápoles cayó ante el Rey Carlos VIII, lo que mostró las claras iniciativas de los franceses. Ludovico, aceleró el trato con Venecia: la nueva Liga italiana incluía además al derrocado Rey de Nápoles, Fernando II de Aragón y al emperador de Austria, Maximiliano.

Luego de dejar Nápoles completamente destruida, el Rey Carlos inició el retorno a Francia. Pasó por Roma pero el Papa Alejandro VI no lo recibió. Cuando pasó por la Toscana, evitó Florencia y se dirigió a Pisa. Siguiendo para el norte, debía pasar los Apeninos para arribar a la llanura padana por la vía del valle del Taro. Allí, la nueva Liga lo estaba esperando con un ejército que contaba con representantes de Milán, Venecia, Mantova, Ferrara y mercenarios a sueldo de todas partes.

El encuentro entre ambas fuerzas fue una verdadera carnicería pero Carlos logró volver a Francia. La batalla de Fornovo, como se la conoció, representó un hecho bisagra en la historia italiana: y la inferioridad militar y la debilidad política de los estados italianos siempre fragmentados, eran incapaces de derrotar a las monarquías nacionales que se hacían cada vez más fuertes dentro de Europa.

Esta situación duraría más de 3 siglos haciendo de Italia una verdadera tierra de conquistas y batallas.

Cambio de estrategia

El 9 de octubre de 1495 el Moro firmó la paz con el Rey Carlos VIII, despertando la bronca de Venecia que lo consideró un traidor. La República respondió con una nueva alianza con Nápoles, donde Milán no formaba parte. Sin embargo los franceses, tenían en sus planes volver al territorio italiano. El Rey Carlos contaba entre sus hombres al hijo ilegítimo del Papa Alejandro VI, César Borgia, conocido por su despiadada manera de dirigir sus batallas.

Ludovico, muy preocupado, optó por ir al encuentro del emperador Maximiliano, por algo había casado a su sobrina con él. Sin embargo, las tragedias acosaron al duque de Milán: en poco tiempo perdió a su hija predilecta, Bianca Giovanna, y a su propia esposa y confidente Beatrice. La duquesa de Milán fue uno de los personajes femenimos más importantes de esta época. Ella fue la encargada de traer a Milán, toda la fineza y la elegancia de su Ferrara natal, convirtiendo a la corte del Moro en una de las más exquisitas de toda Europa.

El 7 de abril de 1498, un golpe de suerte por fin, volvió a darle un poco de respiro a Ludovico: el rey Carlos VIII había muerto en la ciudad de Amboise, con tan sólo 28 años. Pero la alegria duró poco: el sucesor al trono era Luis XII de Orleans, quien no sólo ya había combatido con el estado sforzesco, sino que además lo reclamaba como propio, ya que su abuela Valentina Visconti, era la hija del Gran Gian Galeazzo Visconti, el duque de Milán que había comenzado la construcción del Duomo.

El Papa Borgia inicia entonces, una nueva visión política afín a los franceses, y el acercamiento con el nuevo Rey Luis tenía como objetivo poder casar a su hijo César con la princesa Carlota de Albert, cuya familia era muy cercana al soberano. Además, el Papa odiaba a Ludovico Sforza y lo veía como el principal obstáculo para su supremacía política en la península.

Venecia no tardó en unirse también con Francia, y la pérdida de sus mujeres más amadas, afectó notablemente la lucidez política de el Moro. Como si no bastara, Venecia pone al comando de sus ejércitos al capitán Trivulzio, el archienemigo del duque de Milán. En muy poco tiempo, otros estados menores se asociaron a esta nueva liga que considera demasiado insoportable la hegemonía de Milán.

El inicio del fin

Sólo Maximiliano de Austria había quedado como aliado a Milán, el cual además se encontraba demasiado ocupado en su lucha contra los suizos y una profunda crisis financiera.

Los ejércitos de Venecia irrumpieron en territorio del Ducado ocupando algunas localidades, mientras las tropas francesas hacían lo propio por el otro fianco. Maximiliano, alarmado por la situación, envió algunas tropas, pero ya era tarde. Uno a uno empezaron a caer los principales poblados del ducado, cuyos ciudadanos no opusieron resistencia descontentos por los altos impuestos que debían pagar al gobierno del Moro.

También su valiente sobrina Caterina Sforza salió en ayuda de Ludovico, pero las tropas del Papa lograron frenarla en Romania. Ludovico, desesperado partió para Bellagio, de ahí se embarcó a Varenna por donde tomaría el paso a través de los Alpes para llegar a Tirolo, donde residía el Emperador Maximiliano. Era el 2 de septiembre de 1499.

Cuatro días después, Trivulzio entraba a Milán, en representación de Luis II, por Porta Ticinese, Milán había caído bajo los franceses. Iniciaría aquí una larga y penosa historia de más de 300 años de dominación extranjera.

Pero Ludovico aún no se había dado por vencido. reclutó 8 mil soldados mercenarios suizos y unos 500 hombres de armas, y el 1 de enero del 1500 volvió para recuperar su ducado. El ejército sforzesco ocupó la zona de Como y del Lario, y el 2 de febrero llegó al propio castello en Milán, llegando incluso a reconquistar Novara en marzo, donde el Moro fija su estadía.

El 6 de abril, el castillo de Novara va a ser alcanzado por el ejército francés. El encuentro entre los ejércitos fue sanguinario y se desarrolló por toda la jornada. Sólo la noche impidió que la batalla continuara, por lo que ambas fuerzas se replegaron hasta el alba.

Al día siguiente, Ludovico pudo ver con desazón que las tropas francesas continuaba allí afuera, lista para una nueva batalla. El 7 de abril, la contienda se llevó a cabo al igual que el día anterior, y otra vez la noche los obligó a replegarse. Las tropas estaban exhaustas, y los mercenarios suizos le comunicaron que no continuarían con la pelea, pese a los intentos de Ludovico de redoblar sus sueldos.

El 9 de abril, una columna de soldados salió del castillo de Novara para rendirse al invasor francés que esperaba fuera. Ludovico, disfrazado de soldado raso, intentaba escapar de una muerte segura. Pero un soldado lo traicionó y gritó a los franceses que se trataba del Duque.

De Novara lo llevaron a Lyon, para ser luego llevado al castillo de Lys-Saint Georges en la región del Valle del Loira. Durante la estancia en el castillo, Ludovico tenía a su disposición 2 servidores y se le permitía escribir y recibir cartas. Sin embargo su profunda depresión empezó a preocupar a sus allegados. Tras un fallido intento de fuga, el Moro recibe condiciones más severas, y tras la muerte de su hermano Ascanio por la peste negra, Ludovico se dejó ir.

Ludovico María Sforza, el Duque de Milán, murió el 27 de mayo de 1508. Tenía 56 años y los últimos 8 los había pasado como prisionero del Rey de Francia.

El Moro fue sin dudas la personalidad más renacentista de su dinastía. Inteligente, culto, cínico, con grandes habilidades políticas y amante de las artes, hizo del Ducado de Milán una de las ciudades más ricas, elegantes y admiradas de toda Europa. Es en esta época de la ciudad, que se forjaron las raíces de la importancia y la riqueza de la Milán contemporánea.

Fuentes:

“Il Moro” de Carlo María Lomartine, Mondadori, 2019.
Corriere de la Sera, https://www.corriere.it/19_maggio_26/ludovico-moro-suoi-misteri-forse-ritrovata-tomba-francia-64346a6e-7f88-11e9-8558-8311fa6a8639.shtml